"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

jueves, 30 de noviembre de 2017

Dios siempre ha estado ahí: donde y cuando lo he necesitado. En la forma de un amigo inesperado, en la forma de un desconocido que, sin mayor motivo me echa la mano; como si fuera casualidad, azar, coincidencia. No puedo recordar una sola vez en la que Dios me haya abandonado en circunstancias desesperadas. A veces, mi memoria es corta y, ante la urgencia, olvido todo lo vivido y todo lo pasado y, entonces, me desespero y en mi desesperación me siento perdido. De pronto, la luz como si fuera un relámpago, se hace alrededor de mi y todo se soluciona...
Quizás no se mostrará ante ti en el justo instante en que tú lo quieras, pero te lo aseguro: siempre aparecerá cuando lo necesites y nunca llega tarde!!!

jueves, 23 de noviembre de 2017

Cuando alguien se topa conmigo...
Si ve en mi algo que yo no soy,
es mía la culpa?

Cuando alguien busca en mi
lo que yo no tengo...
Si no lo encuentra,
también de eso culpable soy?

Por no haber entregado
aquello que nunca ofrecí,
Qué culpa me cabe a mi?
En dónde está mi pecado?

Tal vez creí
que al ponerte en un pedestal
permanecerías inalterable para siempre
No fue tu culpa.
                  Toda mía, fue:
       los pedestales no son para la gente!

Sólo sufre decepción
quien algo espera
fuera de si mismo

Esto no es poesía. Son simples reflexiones. Pensamientos al voleo.

Seguramente no faltará quien piense que llevan implícita una dedicatoria; que nacieron con un destino predeterminado. Nada más equivocado. Han sido tantos los acontecimientos de los últimos tiempos, que tanto una dedicatoria como algún posible destinatario tendría una lista interminable de nombres; y no es el caso. Empezaría en quienes se decepcionan por haberse creado expectativas unilateralmente, y terminaría quizás por quienes te bloquean en las redes sociales teniendo por única razón que no sepas nada de su vida... Yo, que poco utilizo redes sociales y poco sé de eso, no acabo de entender que alguien quiera evitar que veas el contenido de sus redes sociales cuando, por definición -y contrato con el propietario de la red- el contenido de las redes sociales es público.
Quien quiera, por tanto, atribuirse una dedicatoria o ser el destino predeterminado de mis lineas, está en total libertad de hacerlo; pero sepa, sin embargo, que no esa mi intención.
Viene a mi mente un texto que alguna vez leí de un tal Joan Dalú, celebre catalán de origen sevillano, primo hermano -hasta donde tengo entendido- de Juan de Mairena:

No soy hombre de detalles. Lo fui hace muchos años.Ya no más.
El valor o la importancia del detalle depende de la expectativa ajena y eso es algo que queda fuera de mi control.  No comparto la cultura del obsequio, ni del galanteo y, menos aún, de la adulación. El mejor detalle que puedo ofrecer a cualquiera, es estar cuándo y dónde se me necesita, siempre en función de las prioridades derivadas del compromiso adquirido. Vivo de acuerdo a las reglas que me impone el grupo social al que pertenezco o quiero pertenecer, pero amo y siento a mi manera; quizás no, de la forma en que la mayoría ama y siente o dice amar y sentir (que hay quien, por decir, dice lo que sea y no siempre dicho y hecho van juntos por la misma senda). Amo y siento a mi manera, decía, y así -que yo a nadie obligo- me ha de querer quien quererme quiera.
Quien crea que me conoce, de quién soy no tiene idea, porque en mi cuerpo, habitan dos: aquel que arrastra su vida y aquel que su vida sueña; y al mismo tiempo me habitan, que, siendo uno, son dos; y, siendo dos, uno sólo deja su huella en la tierra. No admito que me cuestionen ni espero que me comprendan; tan sólo (exijo, eso sí) el mayor de los respetos para la más pequeña de mis ideas.
No espero nada de nadie...
Y no me verán llorando, por el bien que me arrebatan o por el amor que me deja: bendición del cielo fue mientras duró y, ya que del cielo vino, bendigo yo que al cielo vuelva.